Los principales problemas a los que se enfrentan las personas usuarias de cannabis no derivan de los efectos del consumo de dicha substancia sino de su situación socio-legal. Si bien el cannabis, al igual que prácticamente cualquier otra substancia empleada por el ser humano, no es un producto inocuo, y pueden aparecer consumos problemáticos relacionados con el mismo o efectos secundarios indeseables para el consumidor, dichos inconvenientes son poco relevantes cuando se comparan con los que derivan del prohibicionismo.
Tales trabas afectan especialmente a los usuarios terapéuticos y a sus allegados, pues se añaden generalmente a situaciones médicas particularmente complejas.
Dicha prohibición, además, resulta difícil de asumir ante la evidencia de que el empleo de cannabinoides no solo no conlleva efectos negativos relevantes sobre estas personas sino que contribuye a mejorar notablemente su estado de salud y calidad de vida.
Uno de los principales riesgos derivados de las políticas de drogas actuales lo constituyen los impedimentos para acceder a un producto seguro. Por culpa de la legislación vigente, el control sobre la calidad del producto queda desamparado.
Los pacientes se ven obligados a adquirir, en la mayoría de los casos, cannabis o derivados procedentes del mercado negro, o fabricados artesanalmente, en numerosas ocasiones sin las debidas medidas de seguridad e higiene. Considerando la seguridad de esta substancia desde un punto de vista toxicológico y las graves consecuencias para la salud que puede acarrear la presencia de contaminantes parecería, en este caso, que el remedio impuesto por el legislador es mucho peor que la enfermedad.
El paciente se halla en una situación de permanente desinformación, acentuada de nuevo por los discursos pro y anti-prohibicionistas que dificultan la adquisición de una visión objetiva sobre las propiedades reales de la planta. Eso dificultará el correcto empleo del cannabis como tratamiento, pudiendo exponer al paciente a riesgos innecesarios derivados de la inexperiencia en su manejo y a la falta de optimización de los posibles efectos positivos que la planta pudiera proporcionarle.
Finalmente, el miedo a la persecución legal, los prejuicios sociales asociados al consumo de cannabis y los problemas económicos derivados de costear el tratamiento se erigen también como barreras que limitan el acceso de los pacientes a una terapia que podría beneficiarles.
En este contexto, la labor de Medcan es informar desde un punto de vista objetivo sobre todas estas cuestiones, resolviendo las dudas que puedan preocupar al paciente en materia de salud y cannabis.